¿En qué estamos fallando?

Pareciera que el texto es exagerado, pero reflexionando pragmáticamente, uno encuentra verdades y de pronto respuestas a graves problemas estructurales de la sociedad actual. Uno como padre piensa que no es su caso y se siente tentado a cambiar algunas partes del texto para no leerlo tan crudo ni aceptar responsabilidades. Es por eso que en varios blogs encontré algunos cambios por lo que no es fiel copia del original. Por cierto, no supe si el título es una pregunta o una afirmación, si fuera pregunta todavía tendríamos alguna esperanza de corregir el rumbo aplicando algunas sugerencias del final del texto.

Estamos criando vagos
Por César Mella. Psiquiatra Dominicano.

A los jóvenes de este siglo hay que llamarlos varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela. Se levantan irritados pues se acuestan muy tarde hablando por teléfono o conectados en Internet.
No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos ponen un dedo en nada que tenga que ver con 'arreglar algo en el hogar'. 
Tienen los juegos y equipos digitales más modernos del mercado y presumen el celular más novedoso o más costoso. Pero nada les costó.
Idolatran amigos y falsos personajes de la televisión. ¡Ah! pero viven encontrándole defectos a los padres, a quienes acusan a diario de que sus ideas y métodos están pasados de moda. 
Se cierran automáticamente a quien les hable de moral, honor y buenas costumbres y mucho menos de religión. Lo consideran aburrido. Ya saben todo y lo que no ¡lo consultan en Internet!
Hay que darles su cuota semanal o mesada de la que se quejan a diario porque 'eso no me alcanza'.
Si son estudiantes, inventan trabajos de equipo o paseos, que lo menos que uno sospecha es que regresarán con un embarazo, habiendo probado drogas o cuando mínimo alcoholizados. 
Definitivamente estamos rendidos y la tasa de retorno se aleja cada vez más, pues aún el día en que consiguen un trabajo hay que seguir manteniéndolos.
Me refiero a un segmento cada vez mayor de los chicos de capas medias urbanas que bien pudieran estar entre los 14 y los 24 años y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos constituyen un verdadero dolor de cabeza.

¿Entonces, en que estamos fallando?

Para los nacidos en los cuarenta y cincuenta el orgullo reiterado es que se levantaban de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo, que tenían que limpiar la casa, que lustraban sus zapatos, algunos fueron limpiabotas y repartidores de diarios, otros ...
Lo que le pasó a nuestra generación es que elaboramos un discurso que no dio resultado: 
'¡Yo no quiero que mi hijo pase los trabajos que yo pasé!'
Nuestros hijos no conocen la verdadera escasez, el hambre. Se criaron en la cultura del desperdicio: agua, comida, luz, ropa, dinero. Muchos de nuestros hijos, a los 10 años ya habían tenido muchas comodidades y regalos caros, cuando nosotros a los 20 si bien nos iba, recibíamos la primer bicicleta que debía servirnos para ir al colegio o la Universidad.
Al final se marchan al exterior a la conquista de una pareja y vuelven al hogar divorciados o porque la cosa 'se les aprieta' en su nueva vida.
Este mensaje es para los que tienen hijos y que pueden todavía moldearlos: edúquenlos con principios y responsabilidades. Fórmenlos con el hábito del ser agradecidos. 
Háganles saber ganarse con honestidad el dinero, la comida, la ropa, el costo de la estancia en la casa. Háganles saber lo que cuesta cada plato de comida, cada recibo de luz, agua, arriendo. Háganles sentir en su casa, cómo se comportarían ustedes en casa ajena cuando van de visita. 
Por esa cuota semanal o mensual, edúquenlos en la cultura de la correspondencia y el agradecimiento. Que los sábados o domingos laven el carro, ayuden a limpiar la casa, no su cuarto, esa debe ser obligación de siempre sin pago de por medio. Háganles la costumbre de limpiar sus zapatos, de que paguen simbólicamente por todo lo que gratuitamente reciben. Implántenles la idea de ameritar una especie de beca escolar que ustedes pagan, eso puede generar una relación en sus mentes de trabajo=bienestar.
Que entiendan que asistir a la escuela, es un compromiso con la vida, que no es ningún mérito asistir a ella. De la responsabilidad con que cumplan ese compromiso dependerá su calidad de vida futura.
Todos los niños deben desde temprano aprender a lavar, planchar y cocinar, para que entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían ser más difíciles. 
Cuiden lo que ven en la televisión, eviten los video juegos violentos, la moda excesiva y toda la electrónica de la comunicación, que han creado un marco de referencia muy diferente al que nos tocó. Cuando se ocupen en corregirlos, aconséjenles, hablen con ellos, no los ofendan, no los reprendan en público. Si lo hacen, nunca lo olvidarán y nunca se los perdonarán.
Estamos comprometidos a revisar los resultados, si fuimos muy permisivos o sencillamente hemos trabajado tanto que el cuidado de nuestros hijos queda en manos de empleadas domésticas y en un medio ambiente cada vez más deformante. 
Ojalá que este mensaje llegue a los que tienen la oportunidad de cambiar o hacer algo al respecto. Ya los abuelos pagaron. Nosotros estamos pagando con sangre la transición. 
Que cada quien tome lo que le corresponda.

Referencias