EL VERDADERO TIEMPO VIVIDO

EL VERDADERO TIEMPO VIVIDO 
  
Un día, un hombre sintió que debía ir a la ciudad de Kamir. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó a lo lejos la ciudad de Kamir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores bellas. La rodeaba por completo una especie de valla de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. 
 
De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El hombre traspasó el portal y caminó lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió sobre una de las piedras, aquella inscripción: Aquí yace Abdul Tareg, vivió 4 años, 6 meses, 2 semanas, 3 días y 33 minutos. Se sobrecogió un poco al 
darse cuenta que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estuviera enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta que la piedra de al lado tenía también una inscripción. Se acercó a leerla y decía: Aquí yace Yamir Kalib, vivió 3 años, 8 meses y 3 semanas. 
  
El hombre se sintió terriblemente abatido. Ese hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una leyó las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que más lo conectó con el espanto fue comprobar que el que había vivido más tiempo sobrepasaba apenas los 5 años de edad. 
  
Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar. El celador del cementerio, que pasaba por ahí, se acercó y lo miró llorar por un rato. Después de unos minutos, el celador preguntó, 

¿Amigo, llora por algún familiar?. 
¡No! Ningún familiar dijo el hombre. ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa terrible hay en esta ciudad?, ¿Por qué tantos niños muertos  enterrados en este lugar?, ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente que los ha obligado a construir un cementerio de niños? 

El cuidador respondió: Puede usted serenarse. No hay, tal maldición. Lo que sucede es que aquí tenemos una vieja costumbre la cuál le contó: Cuando un joven cumple los 15 años sus padres le regalan una libreta como ésta que tengo aquí colgando en mi cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y anote en ella: a la izquierda, que fue lo disfrutado... y a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo. 
  
¿Conoció a su novia, y se enamoró de ella?. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana, dos o tres semanas? y después la emoción del primer beso, ¿Cuánto duró?, 40 minutos. ¿Cuánto duro el viaje más deseado?... ¿Cuántos minutos o segundos le dedica a las cosas que más le gusta?... ¿Cuántos minutos de gozo tiene con sus hijos y esposa? ... y así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos. 
  
Cuando alguien muere es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque es, amigo caminante buscador, 
EL UNICO Y VERDADERO TIEMPO VIVIDO. 
 Autor desconocido 
  
Aprenda a vivir el presente. Genere los momentos que más le agraden de la vida. No pierda segundos en disfrutar más tarde. El hoy es ahora, el instante ya pasó. Recuerde que usted esta aquí para ser feliz. 

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