Lo simple de las buenas maneras


Lo simple de las buenas maneras

Por Pisac

Saludar no debería costarnos trabajo y a veces parece ser el más grande de los sacrificios o simplemente un cumplido. Es una acción sencilla que nos genera, de inmediato, un sello de cultura y educación sin importar la comunidad a la que pertenezcamos.

¿Les ha pasado que entran a un ascensor y los dejan con el saludo en la boca? ¿Se han encontrado en un pasillo con alguien y, a pesar de que le levantas la ceja y le sonríes en señal de cordialidad, no encuentras eco? Nos da rabia y, en respuesta, en el próximo encuentro sobresale la lejanía y la antipatía.

Es posible que quien te ignora el saludo o quien no te responde un cruce amable de miradas ni siquiera se dé cuenta de que te está haciendo sentir mal. Puede que esté tan concentrado en la reunión o en un problema personal que no perciba que está creando un mal ambiente.

Si queremos que los demás nos sientan más cordiales comencemos por casa; saludemos, cada mañana, a quienes comparten con nosotros el espacio de trabajo y familiar. No nos cuesta nada y, por el contrario, el resultado puede evidenciarse en un clima cada vez mejor y en mejores relaciones que generan resultados ideales en nuestras actividades diarias.
Son acciones y frases sencillas como “buenos días”, “que pases un feliz día”, “descansa” o “feliz cumpleaños”, si es del caso. Lo importante es ser conscientes de que tener cada día un mejor ambiente está en las manos de todos. Depende de la actitud de cada uno superar la retórica para llevar esto a la realidad.

Es tan simple como practicar las buenas maneras desde que nos levantamos, desde que compartes con tu mamá o con tu pareja un desayuno antes de comenzar la rutina diaria. ¿Cuántas veces nos pegamos de asuntos menores y ocasionamos una discusión innecesaria? ¿Cuántas veces no nos despedimos de quien convive con nosotros porque estamos de afán o porque amanecimos intolerantes o poco pacientes? Hagamos un alto en el camino y apliquemos las buenas conductas desde que suena el despertador.

No hay que emular a Manuel Antonio Carreño, no es necesario conocer el abecé de su manual de urbanidad ni destacarnos por tener doctorado en etiqueta y glamour. Simplemente hay que procurar que la cercanía sea parte de nuestro ADN.

¿Y tú, pones en práctica las buenas maneras?