Por: PiSaC
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Me quedé pensando sobre esta idea y no pude recordar cuándo había sido la última vez que había experimentado esa calma y esa paz interior que solo se consiguen en medio del silencio. Me propuse tener un instante así y por eso cuando llegué a casa no encendí ni el televisor ni el iPod, apagué el celular y desconecté el teléfono fijo para que nadie me molestara.
Todo a mí alrededor estaba en silencio aunque seguía escuchando los ruidos de la ciudad: buses que pasaban a toda velocidad, conductores que hacían sonar la bocina de sus autos y hasta las voces de uno que otro vendedor ambulante. Cerré las ventanas para amortiguarlos, y por fin parecía que encontraría la paz que buscaba.
¡Qué equivocación tan grande la que cometí al suponerlo! Mi mente empezó a bombardearme con su voz interior para recordarme la reunión que tenía al día siguiente, las cuentas pendientes por pagar y la llamada que aún no había hecho a alguien para felicitarlo por su cumpleaños. El instante de paz que tanto estaba buscando se hacía más esquivo y difícil.
Fue entonces cuando hice un tremendo esfuerzo para poner la mente en blanco y buscar también un silencio interior que se uniera al exterior que ya había logrado. ¡Lo conseguí! Durante un tiempo que no sé precisar estuve en completa calma, sin que nada me perturbara. Fue un instante que me alimentó el alma y sosegó mi espíritu, que me dio la serenidad que tanto buscaba para afrontar el día a día.
Desde ese día, cada que siento que las preocupaciones me agobian creo mi propia sala del silencio y las mando a callar, y he notado que al no poder hablar desaparecen o se vuelven dóciles y manejables, o sea, se convierten en retos.
Y usted ¿qué hace para proporcionarse momentos de paz interior?